Para empezar a contar qué es La Cactaria tengo que empezar por presentarme:
Hola! mi nombre es Jorgelina, me dicen Geli y mi adicción por los cactus empezó en el año 2003, cuando tenía unos 18 años.
Todo empezó con dos cactus en maceta del 6, regalo de mi padre. Una Opuntia microdasys y un Gymnocalycium. Los puse en la ventana de mi habitación y en ese momento supe que no solo tenía dos cactus, también tenía un sueño: tener todos los cactus que pudiera. De todas las formas, de todos los colores, con toda la variedad de espinas que existiera en el mundo. Era un poco fantasiosa.
No pasó mucho tiempo cuando el Gymnocalycium palmó. Y ahí recibí el primer golpe que recibe todo cactusero, la primera prueba que tenemos que superar para empezar a templar el carácter, la primera muerte de un cactus. Los vemos tan estoicos y recios que no nos damos cuenta de la fragilidad de su existencia. Ahí nos avivamos de que la frase "cuidar un cactus es re fácil" es una vil mentira.
Ese momento bisagra en el que el incipiente cactusero abandona o se lanza a la tarea de aprender a cuidarlos, seguí. Y estoy segura de que vos que estás leyendo esto, pasaste por lo mismo, porque es el evento canónico de todo cactusero.
Entonces me puse a investigar por internet, en una época en que no existían las redes sociales, pero sí los foros, que eran las redes sociales de la prehistoria. Ahi empecé a recopilar información, con la cual empezó un proceso de prueba y error, porque no toda la información que se compartía era buena.
Mientras siguieron llegando cactus a mi pequeña colección, un Cleistocactus, más opuntias, y en un momento allá por el 2004 conseguí la joya que estaba buscando, el más deseado, el más preciado, la rareza absoluta: un Astrophytum asterias. Todavía me acuerdo que me salió $24 cuando la mayoría de los cactus salían dos o tres pesos.
Ese asterias era el único que estaba en maceta de barro y lo cuidaba como oro, lo amaba.
Pasaban los años y seguian llegando más plantas a la coleción, con lo cual tuve que armar una mesa en la ventana del comedor para que entraran todos. También llegó a la familia India, una cachorra de ovejero alemán, decidida a masticar todo lo que se le cruzara por el camino. Sí, incluyendo cactus.
Un día volvió de su paseo tan emocionada que de un coletazo mandó a volar parte de los cactus que tenía en esa mesa de la ventana. Entre ellos.... el Astrophytum asterias. El cactus no sufrió daños ni se partió la maceta, con lo cual, pensé que había zafado. Pero pronto empezó a ponerse amarillo. Desesperación total. Pánico absoluto.
De solo leer los foros, pasé a preguntar que hacer para salvar a mi favorito que se estaba muriendo (para mi se estaba muriendo).
Tuve muchas respuestas, entre ellas, la clásica e infalible: "desplantalo, fijate que las raíces estén bien, ponele canela, volvelo a plantar y no lo riegues" Y eso hice, al pie de la letra, lo tuve meses sin regar, tenía terror de regarlo. Se arrugó el pobre, muerto de sed lo tenía. Bueno en resumen, se salvó. Sobrevivió hasta el día de hoy, dio semillas y tuvo montones de hijos.
Los cactus siguieron llegando y seguí participando de ese foro en particular donde me habían ayudado a salvar al asterias, el foro Agoracactus. Los miembros de ese foro tenía colecciones maravillosas, invernaderos repletos de cactus que para mi eran solo un sueño, pero un sueño muy hermoso, y en el fondo me dije "algún día, voy a tener un invernadero así, lleno de cactus de todo tipo"
Era el año 2008 y mi colección entraba en una mesita frente a la ventana. Pero al año siguiente diseñé un invernadero móvil del tamaño de un placard, que construímos junto con mi padre. Cada pequeño paso era felicidad, todo lo que me daban los cactus era felicidad. En 2009 hice mi primera siembra, gracias a una iniciativa del foro Agoracactus, en el que se organizó una "siembra colectiva" distintas personas de diferentes partes del país íbamos a sembrar y registrar el desarrollo de semilla de Gymnocalycium saglionis aportadas por uno de los miembros. No germinó nada, no solo a mi, a casi nadie, fue un fracaso total, la idea estaba muy buena pero las semillas no.
Igual me quedé con la espina clavada (cuac!) y me animé a comprar semillas, eran de Cereus y Echinopsis principalmente. Con lo que había aprendido de la siembra fallida, volví a intentar y germinaron. Solo los que sembraron cactus van a entender la emoción de ver el primer cactus germinado, la felicidad condensada en un pequeño porotito verde. A ese lo llamé "El primogénito" y todavía lo tengo en mi colección rotulado de esa manera. En ese momento empezó la locura absoluta. El desmadre. Seguí comprando semillas, sembré de todo. Le compré al famoso Willy Smith, que tenía especies raras, también le compré plantas. Las semillas salían casi todas, muy buena calidad. Así obtuve mis primeros Turbinicarpus y Ariocarpus.
Para esa misma época me floreció un cactus por primera vez, una Parodia microsperma. Nunca me habían florecido a mi, siempre venían con flor pero después, nunca más. Evidentemente sacarlos de la ventana y ponerlos en el invernadero móvil dio resultado. Más luz, más frio en invierno, en primavera dijo "aca estoy". Cuando lo ví lloré. Hoy lo escribo y vuelvo a llorar.
En el año 2010 usurpé un espacio en el patio de la casa de mis padres, lo teché con chapa translúcida, y ese fue mi primer invernadero fijo. Todo el frente era un ventanal de vidrio y le pusimos estantes, la colección estaba creciendo exponencialmente y se llenó en poco tiempo.
Pero bueno, toda esta intro para llegar al año 2011, cuando nace "La Cactaria"
Fue el 13 de abril del 2011 y surgió como un blog, con la intención de compartir toda la información que había recopilado desde mis comienzos y la que pretendía seguir recopilando, sabiendo que aún tenía mucho por aprender. ¿Y por qué La Cactaria? Porque quería que se llame "El Cactario" pero el nombre ya estaba ocupado en Blogspot. Y dije bueno, si yo soy una chica cactusera, que sea La Cactaria y ya.
Ese mismo año dejé la carrera de Ingeniería Mecánica y empecé la Tecnicatura en Jardinería de la UBA, mi camino era por el lado de las plantas, no sabía cómo o qué, pero algo iba a hacer con eso, y sino, al menos iba a seguir aprendiendo. En la carrera ví muy poco sobre cactus y suculentas en específico, pero lo que aprendí de botánica, fisiología vegetal, sanidad, sustrato, fertilizantes, contenedores y un poco de invernaderos me sirvió para mejorar por mil mi cultivo.
Para el año 2012 ya tenía tantos cactus producto de siembras y esquejes que empecé a regalarlos en una gratiferia, derivando después en una gratiplantas. ¿Qué es una gratiferia? Es una feria donde la gente lleva cosas para "soltar" o sea gratis. Cualquiera puede llevarse lo que otro ofrece, sin necesidad de dar nada a cambio. En la gratiplantas (que es obviamente una gratiferia de plantas) nunca me iba con las manos vacías porque siempre me querían regalar algo en agradecimiento por haberle regalado cactus. Así fue que llené el patio de la casa de mis padres con todo tipo de plantas, convirtiendolo en una selva.
Viendo la demanda que tenían los cactus en la gratiplantas, y necesitando dinero para seguir comprando cactus, macetas e insumos para el sustrato, me puse a vender por internet, eso fue en el 2013. Ahí nació "La Cactaria" como negocio, vendiendo por Facebook y enviando las plantas por correo. Recibí tan buenos comentarios sobre mis plantas que me entusiasmé y seguí ofreciendo, cada vez más variedad y cantidad.
Al principio todo lo que ganaba lo invertía en sustrato, macetas, semillas y más plantas. En el 2016 diseñé otro invernadero, mucho mas grande y luminoso, que mandé a construir en la terraza de la casa de mis padres. Al año estaba repleto, y mi sueño estaba cumplido: Mi propio invernadero lleno de cactus que imaginaba cuando veía las fotos de otros coleccionistas. El sueño de la piba que tenía 2 macetitas del 6 en la ventana de la habitación. Cuando no trabajaba o estudiaba estaba ahi, repicando, trasplantando, polinizando, regando. Pasaba ahi los fines de semana, no me interesaba salir, era un trabajo, pero no se sentía como un trabajo. ¿Y si me dedico solo a esto? pensaba.
Entonces tuve un invernadero, muchos cactus y otro sueño: vivir del cultivo.
En el 2019 nació la tienda online de La Cactaria, para hacer más ágil y simple el proceso de compra y también más simple para mi preparar y enviar los pedidos. Ese año también empecé a vender semillas frescas de Astrophytum, con muchos pedidos que pronto me agotaron el stock.
A principios del 2020 hice construir otro invernadero en el espacio de terraza que le quedaba libre a mi padre, ya completamente resignado a la usurpación. La obra tardó porque quedó suspendida por la declaración de pandemia y la cuarentena estricta, pero estuvo lista para septiembre de ese año. Era el mismo diseño, pero más grande. Ese pedazo de terraza fue mi lugar feliz, mi escape y mi terapia en tiempos de pandemia, con todo el caos y el terror que se desató en esa época.
Para el 2021 el segundo invernadero también se llenó de cactus y las ventas seguían siendo muy buenas, con cada vez más variedad y cantidad de plantas de colección, sobre todo Astrophytum. Así fue que en Mayo del 2021 le dije adiós a mi trabajo de oficina y me dediqué 100% a los cactus. Otra meta alcanzada, otro sueño cumplido.
Pasaron los años y no todo fue lindo, porque en la vida no todo es color de rosa, pero los cactus fueron no solo un ingreso económico sino un sostén anímico, y sé que me van a entender porque a lo largo de los años muchos cactuseros me comentaron esto mismo: "Es mi terapia" "Es lo que me despeja" "Es lo que me hace feliz"
Y es que los cactus tienen el poder de transmutar las preocupaciones en calma y la angustia en fortaleza. Ellos cubiertos de espinas, soportando frío, soles y sequías, me enseñaron que resistiendo siempre se puede volver a florecer.
En Septiembre del 2024 mudé todas las plantas de la casa de mi padre a 2 nuevos invernaderos en un terreno en Pontevedra, con mucho más espacio y luz, el lugar definitivo, la culminación de 20 años de soñar y alcanzar metas, de patear el tablero y jugarmela por lo que quería hacer, de creer que era imposible a hacerlo realidad.
No me voy a hacer millonaria, pero si puedo seguir viendo florecer los cactus que sembré hace 20 años con el mate en la mano, me seguiré sintiendo afortunada.